martes, 15 de marzo de 2011

Epístola a los gálatas


     En líneas generales, la epístola que Pablo escribió a los gálatas, entre los años 50 a 56 d.C. aproximadamente, tenía como propósito la vindicación del evangelio de Jesucristo, en contraposición con los preceptos judíos que se habían mezclado dentro de la iglesia cristiana de ese lugar; la epístola revaloriza y asienta orientación y rumbo, pues los gálatas comenzaron a ir para atrás, y volvían a la ley mosaica (Gálatas Cáp. 1: 6–9). La carta es una clara enseñanza contra los judaizantes2. La carta es fiel en demostrar muchos rasgos de los habitantes de esas ciudades. Los judaizantes eran una fuerte secta en el cristianismo primitivo y al parecer había calado profundamente, estos negaban el apostolado de Pablo. Y usaban la zona del Asia Menor como un lugar predilecto para divulgar sus enseñanzas.
ESTRUCTURA DE LA CARTA
     La Epístola a los Gálatas está temáticamente relacionada con Romanos (véase la Introducción a los Romanos). Comienza con una presentación del asunto de que va a tratar (Cáp. 1: 1–10) y, contrariamente a lo acostumbrado por Pablo, no contiene acción de gracias ni expresión alguna que dé testimonio de un sentimiento de gozoso afecto.

     La epístola está dividida en tres secciones: En la primera Pablo defiende la autenticidad del mensaje evangélico que había predicado en las iglesias de Galacia (Cáp. 1: 11–12). De este modo reivindica la legitimidad de su labor de apóstol llamado y enviado por Dios a anunciar a Jesucristo entre los gentiles (Cáp. 1: 15–16). Refiere también algunos aspectos de su vida y conducta: su anterior fanatismo judío, que le llevó a perseguir “sobremanera a la iglesia de Dios” (Cáp. 1: 13–14); el reconocimiento de su ministerio por parte de los apóstoles de Jerusalén (Cáp. 2: 1–9), y su enfrentamiento con Pedro en Antioquía de Siria (Cáp. 2: 11–14). Finalmente, pone de relieve el valor de la fe, por la cual Dios justifica al pecador (Cáp. 2: 15–21).
La segunda sección (Cáp. 3: 1–5; 12) comienza con una amonestación a quienes habían caído en la trampa del cumplimiento externo de la Ley y menospreciaban así la gracia de Dios (Cáp. 3: 1–5). Sigue una consideración acerca de la fe de Abraham (Cáp. 3: 6), de cómo la bendición y las promesas que Dios le hizo alcanzan a los gentiles (Cáp. 3: 14, 28–29), y de cuál es la vigencia actual de la ley mosaica (Cáp. 3: 19–24; Cáp. 4: 1–7). El resto de la sección (Cáp. 4: 8–12) es una invitación a permanecer “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Cáp. 5: 1).
La tercera parte de la epístola (Cáp. 5: 13–16) consiste en una exhortación a hacer buen uso de esa misma libertad, la cual debe configurar la vida del cristiano conforme a la norma del amor: servirse “por amor los unos a los otros” (Cáp. 5: 13) y sobrellevar “los unos las cargas de los otros” (Cáp. 6: 2). Esta es la ley de Cristo (Cáp. 6: 2) y el camino por donde el Espíritu de Dios conduce a la iglesia (Cáp. 5: 16–18, 25). En esta sección se incluye el catálogo de vicios y virtudes mejor conocido como "las obras de la carne y el fruto del Espíritu"

 

OCASIÓN DE LA CARTA


    Pablo ya había misionado en la provincia romana de Galacia durante el llamado primer viaje misionero (Hechos Cáp. 13–14), en el tiempo que media entre el encuentro con Pedro en Jerusalén y el Concilio. A comienzos de su segundo viaje se ve obligado a detenerse en dicha provincia debido a una enfermedad. Es entonces cuando funda una o varias comunidades; de acuerdo a diversos investigadores del asunto, parece claro que Pablo no pretendía realizar una evangelización de la región gálata, sino que quería llegar lo más rápidamente posible a Europa. Por esta razón el paso por la región gálata era probablemente el más rápido, y más seguro, para alcanzar por tierra la Via Egnatia, que unía la zona oriental del Imperio con Roma.

     Pablo dejaría en Galacia una serie de comunidades florecientes ya bien encaminadas. En su tercer viaje misionero, Pablo pudo comprobar que las comunidades de Galacia perseveraban en su camino de fe. Luego se produjeron ciertos inconvenientes serios. Como se puede deducir de la misma carta (los Hechos no nos dicen nada de ello en este sentido), posteriormente se fueron infiltraron en las Iglesias de Galacia los llamados "judaizantes". Al parecer los judaizantes eran judeo-cristianos que sostenían la necesidad de la ley y de todo el contexto judío, empezando por la circuncisión, para ser verdaderos cristianos. El contexto judío, con su conjunto de normas y de prácticas, ofrecía cierta seguridad, basada en la posibilidad de verificación humana. En el fondo, se trataba de la fascinación que ejerce siempre en el hombre su "propia justicia". Pablo reaccionó con energía y escribió la carta a los Gálatas que ha llegado a nosotros.


DESTINATARIOS: LOS GÁLATAS


     Los gálatas eran originalmente tribus celtas (galatai –palabra griega– es equivalente al romano galli (galos) y, al igual que «Galicia», proviene de keltoi–celtas–; quien haya traducido la Guerra de las Galias de J. César recordará aquel «tertiam qui ipsorum lingua celtae, nostra galli appellantur»). Originarias del Danubio3, emigraron en el siglo III a.C. tanto hacia el este como hacia el oeste. En sentido este, colonizaron y saquearon el norte de Asia Menor. Los romanos, para distinguirlos de los galos de occidente, los denominan en ocasiones como gallograeci o “galos griegos”. Se trataba de tribus bárbaras, expertos jinetes, que durante dos siglos sirvieron como mercenarios en diversas guerras entre los reinos aspirantes a gobernar Asia Menor: Siria, Egipto, Pérgamo, Bitinia y Roma, entre otros4. El mismo término “galos” proviene de una raíz gal que significa “valor” y “ferocidad”. La recompensa por su participación en la victoria consistía frecuentemente en la donación de tierras para su asentamiento. Con frecuencia se dedicaban también al saqueo de las regiones vecinas, haciendo necesaria la intervención de otros reyes.

     Hacia el 270 a.C., gracias a las falanges macedonias y a sus dieciséis elefantes de combate, logró Antíoco I de Siria una victoria sobre el ejército gálata, formado por audaces jinetes, infantería pesada y carros de combate de dos ruedas tirados por dos caballos. A raíz de esta victoria sobre la gran amenaza bárbara, Antíoco usó en adelante el sobrenombre de «salvador» –soter–. Los relieves enviados como regalo a Atenas por Atalo I de Pérgamo, situados en el muro sur de la Acrópolis, recuerdan la victoria de este rey sobre los gálatas (hacia el 235-230 a.C.) junto con otras batallas legendarias –Gigantomaquia, Amazonas y Maratón–. Su hijo Eumenes II financió la construcción del famoso Altar de Pérgamo (en el Museo de Pérgamo, Berlín) conmemorando las victorias de su padre y las suyas propias sobre los gálatas, haciendo un paralelo también con otras guerras mitológicas. Relieves de época más tardía inspirados en estas luchas entre  griegos y gálatas se han hallado en otros lugares, como en Éfeso (Museo de Éfeso, Viena). A la victoria seguía con frecuencia un acuerdo de paz y una alianza político-militar. Pero la derrota decisiva sobre las tribus gálatas la obtuvo la República Romana en el 190 a.C., cuando un ejército al mando del cónsul Manlius Vulso, en la batalla de Manganesia, diezmó mediante los disparos de sus arqueros al desordenado ejército gálata, que carecía de escudos apropiados. A partir de entonces cesaron las correrías gálatas, y mediante la paz sellada  en el 188 a.C. se avinieron a las condiciones romanas, que incluían el mantenerse dentro de sus fronteras: al norte Bitinia y Paflagonia, al este el Ponto, al sur Capadocia y Licaonia, al oeste Frigia.

     De acuerdo a diversos autores de obras basadas en el tema de los celta en Asia Menor, la región gálata se extendería así a lo largo de la cuenca del río Halys, al este hasta el río Iris, y al oeste hasta el Sangario. Con relación a esto, se ha discutido y se han formulado diversas teorías sobre lo qué entendía Pablo por gálatas y Galacia. Por ejemplo, la llamada teoría de “Galacia del norte” ubicaría a la región gálata en las coordenadas anteriormente señaladas. En aspectos generales, “Galacia del norte” era una región no muy grande5, étnicamente de mayoría gálata, que comprendía las ciudades de Ancira (actual Ankara), Gordio, Tavio y los asentamientos romanos de época augustea Pésino y Germa (Iulia Augusta Felix Germa).

     Otros autores creen que debemos pensar más bien en la provincia romana que llevaba este nombre, una zona muy amplia de Asia Menor, que comprendía no sólo la región “gálata”, sino también Licaonia, Pisidia, Isauria, al menos parte de Panfilia, este de Frigia, y, a partir del 6 a.C. y 3 a.C. respectivamente, las regiones de Paflagonia y Pontus Galaticus. En este último caso,  los gálatas a los que Pablo escribe serían aquellas comunidades que Pablo visitó durante el llamado “primer viaje” misionero (Hechos Cáp. 13: 4-14,23): Iconio, Listra, Derbe, etc. De ahí que a esta teoría se la conozca como “Galacia del sur”.

     Sin embargo, el hecho de que Pablo llame “gálatas” a estos cristianos (Gálatas Cáp. 3: 1) parece inclinar la balanza hacia la primera opción, en caso contrario, Pablo habría empleado otros apelativos, como “licaonios” o “pisidios”6. Por otro lado, Pablo normalmente emplea los antiguos nombres de las regiones Judea, Siria y Cilicia, Arabia, Hispania, y no los nombres oficiales de las provincias romanas, por ejemplo, Judea (Romanos Cáp. 15: 31; 2 Corintios Cáp. 1: 16; Gálatas Cáp. 1: 22; 1 Tesalonicenses Cáp. 2: 14) no era entonces una provincia romana, sino parte de la provincia de Siria; Arabia (Galatas Cáp. 1: 17; 4,25) era oficialmente el reino Nabateo; Hispania (Romanos Cáp. 15: 24.29) no era una provincia, sino tres: Tarraconensis, Lusitania y Bética. En otras palabras, el uso que se le da a estos términos en el Nuevo Testamento es coherente: Hechos Cáp. 16: 6; 18,23 hablan de la  provincia romana no como “Galacia” sino como “la región de Galacia” (galatiké chora). En cualquier caso, decidirse por una u otra región tiene más importancia para elaborar una precisa cronología paulina que para la interpretación hermenéutica y teológica de la carta.

     Desde la muerte del último rey de Pérgamo, Atalo III, en 133 a.C., su territorio fue convertido en la provincia romana de Asia, y Galacia, hasta entonces bajo su dominio, fue durante un siglo formalmente un reino independiente, aunque de hecho funcionaba como un estado vasallo de Roma. La identidad celta se mantuvo durante estos siglos, especialmente en el campo: hay evidencias de que en la región todavía en el siglo VI d.C. se podía escuchar hablar en lengua celta. Luciano de Samosata (siglo II d.C.) cuenta la historia del falso profeta Alejandro que necesitaba de intérpretes para entenderse con los habitantes de Siria y de Galacia (Alexander, 51). La lengua celta no nos ha dejado evidencias epigráficas, posiblemente nunca llegó a escribirse en celta, pero la escasez de inscripciones funerarias en griego puede indicar que muchos gálatas no conocían esta lengua. Hay evidencias de que  la organización tribal, con sus obligaciones y sus sanciones propias, pervivieron hasta épocas tardías. Parece que, en los siglos II al I a.C., se produjo incluso una cierta «galatización» de los pueblos no celtas que vivían en la región, como los habitantes frigios. En el 25 a.C. el rey gálata Amyntas, vasallo de Octavio Augusto –después de que en la batalla de Actium desertase de las filas de Antonio pasándose a las  de Octavio–, cae prisionero de una belicosa tribu en la región montañosa de Pisidia, o quizás ya hacia el Tauro, y es ejecutado. Octavio, recién llegado de las durísimas batallas con las orgullosas tribus cántabras del norte de Hispania, para evitar el vacío de poder en el centro de Anatolia, impide la sucesión de los hijos de Amyntas e incorpora Galacia a una provincia romana, siendo gobernada directamente por un legado suyo. En este momento se acelera el proceso de helenización-romanización de los gálatas.

     Las tres tribus históricas de los gálatas, hasta entonces configuradas como asentamiento sagrarios en torno a fortalezas de grandes muros en lugares altos –algo así como los castillos medievales–, que servían de refugio en caso de ataque, son organizadas en torno a territorios gobernados por una ciudad, normalmente de nueva planta según modelos helenísticos: los Tolistobogii alrededor de Pésino y Gordio; los Tectosages en torno a Ancira, y los Trocmi en la orilla derecha del Halys junto a Tavio. La pax romana hacía ya innecesario mantener las antiguas fortalezas. Con Augusto comienza, pues, la urbanización no sólo de los habitantes de las ciudades, sino de los campesinos, cuyas tierras quedan vinculadas a la ciudad. El poder militar y económico pasa de las grandes fortalezas a las ciudades. Parece, sin embargo, que las mismas familias aristocráticas celtas que dominaban las tribus se asentaron en las ciudades y desde ellas, como amigos de  Roma, consolidaron su poder. Esta política romana de alianza con las clases nobles de los pueblos es bien conocida en muchos lugares del Imperio, y permitía mantener el control de las regiones con poco esfuerzo burocrático y militar. Consecuencia de una política algo errática por parte de Octavio son las sucesivas configuraciones territoriales de esta provincia. Es posible que durante la dominación helenística la población celta hubiera sentido el influjo de la cultura helenística, especialmente en la asimilación de la lengua griega, al menos en la escritura.

     La romanización-helenización, en cambio, se hace evidente en la época romana. En los siglos I a.C. al II d.C., las inscripciones funerarias en las zonas rurales indican un cierto número de nombres celtas (un 4,6% del total), pero significativamente ocurren en familias que llevan también nombres romanos, griegos o frigios. En las ciudades grandes, como Ancira o Pésino, el número de nombres celtas es significativamente menor. En esta época imperial, muchas tribus gálatas se refieren a sí mismas como los sebasteni –uniendo el nombre de la tribu a la capital de su región: Sebasteni Tectosages Ancyrani, Sebasteni Tolisto-bogii Pessinuntii, Sebasteni Trocmi Taviani–, es decir, como vinculadas muy directamente al emperador y a su culto –sebastós–. De hecho, en tiempos de Octavio Augusto, la zona que rodeaba las ciudades de Ancira y Pésino era bastante más segura que la montañosa región de Pisidia (donde halló la muerte el último rey gálata, Amyntas). La ruta que unía Asia Menor con Siria pasaba por esta región gálata. Sólo tras la fundación de seis colonias de veteranos romanos (Cremna, Listra, Olbasa, Parlais, Comama y, la principal de ellas, Antioquía de Pisidia), y la construcción de la Via Sebaste que las unía (6 a.C.), pudo considerarse esta vía que atravesaba la región de Pisidia suficientemente segura. Para los tiempos de Pablo, los gálatas llevaban ya dos siglos de asentamiento  pacífico en el campo y en las ciudades.


     Tomando en cuenta las teorías y hechos históricos previamente expuestos se podría afirmar que la Epístola a los gálatas no se dirige (contrariamente a lo habitual en Pablo) a una comunidad de una ciudad (Corinto, Roma, Tesalónica), sino a un grupo étnico de origen celta. Algunos teóricos plantean que esto puede deberse a que se trata  de comunidades dispersas en varias ciudades, o incluso en alguna población de menor tamaño. Dadas las características de la misión paulina, eminentemente urbana, y quizás atendiendo a que en el campo gálata posiblemente Pablo habría tenido problemas para  hacerse entender en griego o latín, lo más probable es que estemos ante dos o tres comunidades fundadas por Pablo en las ciudades de Ancira, Gordio, Pésino o Tavio. Es menos probable que se trate de varias comunidades dentro de la misma ciudad. La población de estas ciudades era de mayoría étnica gálata, aunque sin duda habría alguna población frigia originaria o emigrante, y algunos nuevos habitantes romanos o de otras regiones. De hasta las trece colonias que Augusto creó con veteranos de guerra o libertos en la provincia romana de Galacia, sólo una está en la región étnicamente gálata: Germa. Ello indica que no se consideró necesario, ni por razones militares ni políticas, incrementar la presencia romana en la región gálata.
 
      De igual manera las evidencias epigráficas que ya han sido mencionado confirman un alto grado de helenización y romanización de las ciudades. Algunos testimonios epigráficos apuntan a que las relaciones comerciales con la población romana asentada en Germa y en Pésino llevaron al establecimiento de estas familias en las ciudades más gálatas de Ancira o Tavio, a relaciones comerciales (clientes), y probablemente a matrimonios mixtos. Al proceder de tribus gálatas no sujetas a esclavitud, podemos suponer que pocos de los receptores de la carta eran o habían sido esclavos, y más bien verían la esclavitud de modo diferente a como la vería un ciudadano romano. Esto último, de acuerdo con ciertas hipoteisis sería la razón por la cual Pablo lograría enlazar tan fuertemente la fe en Cristo, de los gálatas, con la llamada a la libertad. En tiempos de Octavio Augusto ya algunas familias gálatas habían obtenido la ciudadanía romana. Cuando Pablo llega a Galacia, es probable que este número de ciudadanos romanos se hubiera incrementado.

     La composición social de las ciudades gálatas no diferiría excesivamente de otras ciudades del Imperio, salvo, probablemente, por una menor cantidad de esclavos7. Consecuentemente, la mayor parte de la población se componía de artesanos, campesinos, pequeños propietarios y comerciantes. Dado que estamos ante ciudades pequeñas, cuyo tamaño no era comparable con las grandes metrópolis de Roma, Corinto, Éfeso o Antioquía de Siria, de seguro que la relación de la ciudad con el campo era bastante estrecha. Posiblemente bastantes habitantes de la ciudad se dedicaran a alguna actividad agraria en los campos cercanos a la ciudad8.

     Sobre la composición de las comunidades cristianas de Galacia es poco lo que se sabe en concreto. Al contrario que en la carta a los Filipenses o en otras cartas de Pablo, en Gálatas no se menciona a ningún miembro de la comunidad por su nombre en el cuerpo de la carta, ni encontramos una lista de saludos finales frecuente en otras cartas. No parece tratarse de judíos conversos al cristianismo, pues Pablo da por supuesto que en su mayoría no están circuncidados9. Tampoco existen pistas sobre las características sociales de las comunidades gálatas en otras cartas de Pablo (sí, por ejemplo, sobre la relativa pobreza de los filipenses); ni se nos dan pistas sobre el papel de las mujeres en la comunidad. Es posible incluso, como algún autor ha apuntado, que se este ante una carta “tipo” o “modelo”, que luego debería ser completada con referencias personales antes de enviarla a cada comunidad de Galacia. Por otro lado, seria importante destacar también que las iglesias gálatas se caracterizan, en época post-paulina (siglos segundo al cuarto), por una fuerte presencia de grupos heréticos, como los montanistas y los novacianos. El arrianismo tuvo también un fuerte influjo en estas regiones.

     En resumen, La Epístola a los Gálatas es una admirable fuente de información acerca de los primeros pasos del evangelio en Galacia. Gracias a ella sabemos de la actividad desplegada por Pablo en una región que cubría gran parte de la zona central del Asia Menor, y que desde el siglo I a.C. estaba anexada al Imperio romano con la categoría de provincia.


Notas

1. En el siglo II d. C, de todos los países que recibieron la fe, quizá sea Asia Menor el que contaba con más cristianos. El esfuerzo de S. Pablo, S. Juan y quizá S. Pedro, así como el de sus continuadores, hicieron posible este esplendor. Cuando hacia el 112 Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, consultó a Trajano sobre el procedimiento a seguir con los cristianos, constataba su número e influencia. A causa de la invasión de Palestina en tiempos de Vespasiano y Tito, muchos fieles de aquella región pasaron a Asia Menor. Quizá a éstos se refiera Papías (v.) cuando habla de los «antiguos» que habían oído a los discípulos del Señor y cuyos testimonios él, obispo de Hierápolis, recogió. Tanto Papías como Policarpo, fueron discípulos de S. Juan, que pasó una parte de su vejez en Pfeso; los dos pretendían ser eco de su enseñanza. Escritores de A. M. son Melitón de Sardes (v.), quien durante los reinados de Antonino Pío y Marco Aurelio tuvo fama de ser muy prolífico, aunque se conserve poco de su obra; el apologista Apolinar de Hierápolis; Polícrates de Pfeso, defensor de las tradiciones asiáticas en la disputa sobre la fecha de la Pascua. Las Actas de los Mártires y en especial la de S. Policarpo hablan de la fuerza espiritual del cristianismo. La vida de la nueva religión, la influencia de los múltiples movimientos espirituales tan fuertes en este país, favorecieron la eclosión y desarrollo de doctrinas sospechosas; S. Pablo tuvo que luchar contra ellas, S. Juan denuncia herejías en su Apocalipsis. El gnosticismo (v.) Marción era de Sínope en el Ponto y el montanismo, cuyo fundador (v. MONTANO Y MONTANISMO) era natural de Misia y según S. Jerónimo antiguo sacerdote de Cibeles, tuvieron su cuna en esta parte del mundo.

2. Los judaizantes llegaron a Galacia como “maestros” que cuestionan el evangelio de Pablo. Son judíos cristianos que parecen estar en contacto con la Iglesia de Jerusalén. Probablemente son miembros de aquel grupo que en Gal 2,4 Pablo llama «falsos hermanos». Su predicación insiste en la continuidad entre el judaísmo y el cristianismo, y, por tanto, en la necesidad de cumplir la Ley del Sinaí, la de Moisés, uno de cuyos signos principales es la circuncisión de los varones.  Que la circuncisión es el signo distintivo del pueblo judío ya lo dice el historiador romano Tácito (Hist. V.5.2): «los judíos adoptan la circuncisión para distinguirse de los otros pueblos con esta diferencia»; y también Josefo, Ant I.192: Dios ordenó a Abrahán practicar la circuncisión «con el fin de que su descendencia se protegiera de mezclarse con otros pueblos». Es, para el judío creyente, signo de la Alianza entre Yahveh y Abrahán: Gn 17,9-14. Los judíos llegaron a forzar la circuncisión de otros judíos en las revueltas macabeas (1 Mac 2,46) y de los varones que se incorporaron al territorio de los asmoneos posteriormente. Para la mayoría de los judíos, sólo los circuncisos son miembros del pueblo elegido. Ésta sería también la postura de los maestros judaizantes. Sólo la incorporación de los gentiles al pueblo judío, con sus normas y sus ritos, aseguraría la verdad de la fe. Al fin y al cabo, el mismo Jesús proclamó que no había venido a anular la Ley, sino a darle cumplimiento (Mt 5,17-18). La Ley, por otro lado, da la seguridad de estar cumpliendo la voluntad de Dios, además de otorgar una identidad clara frente al mundo pagano. La misma figura de Pablo no se salva de los ataques, pues estos predicadores están dando una versión propia de lo ocurrido en aquel encuentro de Jerusalén, lo mismo que en Antioquía, y de las razones de la separación de Pablo de Bernabé. Enterado de todo esto, Pablo no sólo se va a defender a sí mismo, sino que va a defender su evangelio, e intentará despertar en los gálatas la fidelidad al pasado común, recordando la experiencia vivida y el evangelio anunciado.

3. Las primeras conquistas celtas tuvieron lugar alrededor de 700 a. C., el momento mas floreciente de la llamada cultura de Hallstatt, originada en torno a lo que actualmente es Salzburgo, en Austria. Estos celtas primigenios se hicieron con zonas limítrofes como la bávara, hacia el noroeste, o la bohemia, hacia el este. Sin embargo, su mayor penetración se desarrolló en dirección suroeste. Llegaron nada menos que a la península ibérica, donde restos de castros, armas y objetos funerarios de Hallstatt atestiguaron la penetración de esta cultura en el ámbito hispano. Aunque los celtas de Hallstatt controlaron las rutas mercantiles de los ríos Danubio, Rin, Sena y Rodano, entre las mas importantes-gracias a la superioridad tecnológica que les confería su dominio en la fabricación de utensilios de hierro-, fue en un segundo periodo cuando iniciaron su gran expansión por Europa. Esta también tuvo su polo de irradiación en suelo noralpino. Se debió a la cultura de La Tène, nacida en el siglo V a. C. en la orilla oriental del lago de Neuchâtel, en Suiza. A partir de allí, la presencia celta se dilató por toda la franja central del continente. Desde la Francia actual hasta los confines de Bohemia, incluidas en el norte las islas británicas o Dinamarca, y en el sureste los Balcanes y Anatolia, en Turquía.

4. muy probablemente las legiones que J. César empleó para la conquista de la Galia estaban en buena parte formadas por soldados de origen celta de la Gallia Cisalpina y Transalpina.

5. La orografía de Galacia del Norte o la región gálata como tal consiste en suaves valles por los que discurrían las calzadas romanas uniendo las principales ciudades. La región, en los testimonios antiguos, es suficientemente fructífera para abastecerse a sí misma de grano.
Los ríos del norte aseguraban el abastecimiento de agua. El arado y el buey figuran entre las posesiones básicas que los agricultores hacían representar en sus tumbas. Buena parte de la población poseía ganado menor: ovejas y cabras. Si los cereales del campo y la leche y carne del ganado aseguraban la supervivencia, la lana creaba riqueza en la región: la provincia romana de Galacia era famosa por su lana. Grandes rebaños de ovejas poblaban la meseta de Pisidia (al sur de la provincia romana). Tenemos testimonios de Pésino, donde un acaudalado  comerciante ofrece al emperador Trajano como regalo diversos tejidos de lana. Todavía hasta el siglo XIX la ciudad de Ancira (hoy Ankara) debía su riqueza al comercio de la lana. Las vides y el vino son otro elemento recurrente en la iconografía funeraria. A pesar de su autosuficiencia, es posible que hubiera épocas de escasez como la que conocemos del tiempo de Domiciano (finales del siglo I d.C.) que afectó al centro y oeste de Anatolia (a la que probablemente alude Ap 6,6).

6. Los licaonios eran Originarios de Licaonia, una región al norte de Cilicia (Asia Menor). Fue donada por Marco Antonio al rey gálata Amintas el 36 a. C. A la muerte del rey, la región es unida a la provincia romana de Galacia. Se mencionan en el N. T. tres ciudades de esta zona: Iconio, Listra y Derbe. La primera (hoy Konya) era la capital política de la región, y su situación geográfica la favorecía; a los pies del Tauro, en una fértil campiña, se mira a las aguas de un pequeño lago. Iconio fue visitada por S. Pablo en su primer viaje; predica a judíos y prosélitos gentiles con bastante éxito (Act 14, 1 ss.). En esta ciudad S. Pablo conoció a Tecla, según la leyenda conservada en un apócrifo cristiano muy conocido y comentado en la Antigüedad. Listra (hoy Zoldera) fue patria de Timoteo, discípulo de S. Pablo (Act 16, 1 ss.); muy cerca se encontraba Derbe (recientemente descubierta en KertiHüyük). Estas dos ciudades mantenían sendas colonias militares de Roma. La poca cultura de los licaonios de la que hace mención Cicerón se manifiesta en la superstición que supone confundir a Pablo y Bernabé con Hermes y Zeus (Act 14, 11 ss.).

Los pisidios eran originarios de Pisidia. Región también montañosa, poco poblada, y habitada por gente muy celosa de su libertad. En estrecha relación con Galacia desde el reinado de Amintas, pasa a la muerte de éste a engrosar la provincia romana. Su capital y ciudad más importante aunque situada geográficamente en Frigia es Antioquía (hoy Valovaz) (v. ANTIOQUÍA DE PISIDIA). Evangelizada por S. Pablo en su primer viaje, no debe ser confundida con su homónima Antioquía, junto al Orontes, en Siria (Act 13, 14 ss.).

Los gálatas de Galacia. En medio de Asia Menor, limitando al N con Bitinia, al E con Capadocia, al O con Frigia y al S con Cilicia y Panfilia, se encuentra Galacia. Recibe su nombre de unos invasores celtas o galos que a mediados del s. III á. C. ocuparon esta región. Belicosos y fieros, participaron en todas las guerras que se desarrollaron en el s. ii. Deyotaro, uno de sus jefes, logró reunir bajo su mando a todos los grupos galos y formar un reino. Fue reconocido por Pompeyo, a quien ayudó en la guerra romana contra Mitrídates. Al servicio de este monarca puso Cicerón su elocuencia en el Pro rege Deiotaro. A su muerte le sucedió su lugarteniente Amintas, que conquistó partes de Cilicia e Isauria. El triunviro Antonio le donó Licaonia y parte de Pisidia. Este amplio reino albergaba, junto al poco numeroso elemento romano militares y funcionarios primordialmente una mezcla de celtas, frigios, griegos, aborígenes, asiáticos y judíos. El 25 a. C. murió Amintas y del conglomerado de regiones se formó la provincia romana de Galacia. S. Pablo recorrió esta región en sus tres primeros viajes y una de sus epístolas tiene como destinatarios a los Gálatas.

7. Los antiquísimos túneles perforados al efecto en Hallstatt, la cuna histórica de su civilización, muestra medidas de seguridad y sistemas de ventilación mas avanzados que los legados por griegos y romanos. Este cuidado especial de los celtas por el bienestar de los mineros obedecía a la condición social de su mano de obra. Mientras los mediterráneos empleaban esclavos en las duras labores subterráneas, casi todos los celtas eran hombres libres.

8. Los cristianos de Ancira, de Gordio o de cualquier otra ciudad Gálata eran mucho menos «urbanos» que los de Corinto o Roma, incluso que los cristianos de Macedonia. Hablando en general de la provincia romana de Galacia, la riqueza estaba en manos de los grandes terratenientes. Algunos de ellos, pertenecientes a familias romanas, aun a la familia imperial, no vivían en la región, sino que dirigían sus propiedades mediante esclavos y libertos. Existían también latifundios en manos de colonizadores venidos de fuera. En conjunto, en el tiempo que va del siglo I al II d.C. parece darse una presencia cada vez mayor primero de propietarios romanos –favorecidos por las leyes romanas– y luego, en el siglo II, de la misma familia imperial. No tenemos datos claros, sin embargo, de cuál era el proceso por el que estas propiedades cambiaban de manos. En las zonas donde Augusto creó colonias romanas, buena parte de la tierra se habría repartido entre los veteranos o libertos, sin llegar a crear grandes latifundios. Sin embargo, en la región gálata, en donde la presencia romana era menor y las estructuras tribales pervivieron durante siglos, eran probablemente las antiguas familias aristocráticas de origen celta las que poseían los grandes latifundios y controlaban el comercio. Buena parte de la población trabajaría, de un modo u otro, para estas familias. En el siglo II d.C. conocemos a C. Iulius Severus, hecho miembro del senado por Adriano, cuyo árbol genealógico ascendía hasta el rey Amyntas y otros antiguos jefes tribales, e incluso hasta los reyes de Pérgamo. Ancira, como capital de la provincia Gálata, era el centro del culto imperial, con un templo destinado al emperador y con juegos de gladiadores y bestias en su honor. Este culto estaba extendido en todas las ciudades gálatas.

Otro culto que parece estaba bastante difundido era el de la diosa Cibeles, con un gran templo en la ciudad de Pésino, adorada por los celtas quizás como una representación de otra divinidad propia. En esta ciudad santuario, que Augusto transformó en ciudad helenística y de la cual hizo ciudadanos a los gálatas, han sido hallados restos de otros cultos, como el de Mitra, Helios (o Zeus Helios), Demeter –Ceres– y el dios de la salud Asclepio –Esculapio–. Las monedas muestran también que allí se adoraba también a Atis, Serapis, Meno y a Heracles –Hércules– en la época en que Pablo evangelizó Galacia.

9. Aunque no existen evidencias de asentamientos judíos en aquella región en tiempo de Pablo, quizás debamos suponer que se trata de gentiles que, ya antes de su conversión a Cristo, habían mantenido relaciones con el judaísmo.








Bibliohemerografía

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Vanni, Ugo. “Las cartas de Pablo”, Publicación: Claretiana, Buenos Aires, 2002.

El diluvio del Génesis y la Epopeya de Gilgamesh


Uno de los "mitos" más extendidos en todas las culturas es, sin duda, el del Diluvio Universal. Desde culturas próximas a la hebrea hasta otras garrafalmente diferentes, poseen su propio diluvio legendario. En un extremo tendríamos la “leyenda” mesopotámica, que algunos consideraron(o consideran) antecedente de la bíblica.

El Diluvio de Génesis

Los capítulos 6, 7, y 8 del Génesis[1], en el Antiguo Testamento, relatan la historia del Diluvio: Dios quiso suprimir el mal que había invadido la Tierra y decidió aniquilar a la humanidad corrompida[2]. Un solo hombre merecía salvarse, Noé. Dios se dirigió a él y le ordenó construir un arca para resguardar a su familia junto con una pareja de cada especie animal. Cuando el arca estuvo terminada, copiosas lluvias cayeron y sumergieron al mundo.
Noé y los suyos fueron empujados durante meses de un lado a otro por la tempestad. Finalmente, cesaron las lluvias y Noé soltó una paloma que regresó con una rama de olivo: la vegetación había brotado nuevamente sobre la Tierra. Las aguas bajaron y depositaron a Noé y a los suyos en la cima del monte Ararat, desde donde repoblaron la Tierra.

EL relato de Babilonia

A mediados del siglo XIX, se iniciaron las excavaciones en Nínive; de allí más de 25.000 tablillas de arcilla fueron llevadas al Museo de Londres; pero en el camino se rompieron y mezclaron, por lo que descifrarlas parecía una tarea imposible, teniendo en cuenta que el lenguaje asirio-babilónico en el que estaban escritas fue descifrado tiempo después. La solución la encontró George Smith -un diseñador de billetes- quien tras ardua labor, asombró al mundo con su obra “El relato caldeo del diluvio”, publicado en 1872.
Se había logrado extraer de Nínive la enorme biblioteca del rey de Babilonia Assurbanipal, que vivió en el siglo VII a.C. y que hizo que sus escribas dejasen para la posteridad las mejores obras de la cultura mesopotámica. Entre lo hallado estaba la Tablilla XI de 326 líneas, de las cuales más de 200 hablan del diluvio. Encontramos así la epopeya de Gilgamés[3]. Este personaje ubica a un antepasado que ha alcanzado la inmortalidad y este le refiere su aventura. Uta-Napishtim (es el nombre de este ser inmortal) cuenta a Gilgamés que los dioses Anu (padre de todos), Enlil (el valiente), su consejero Ninurta, el portaestandarte Ennugi y el inspector de canales Ea; deciden exterminar al género humano, pero ven virtuoso solo a Uta-Napishtim, a quien ordenan construir una nave, renunciar a sus riquezas y salvar su vida. "Construye -le dicen- una nave de dimensiones proporcionadas, con la misma anchura y altura y mete dentro semilla de toda vida existente.
Esta nave, se especula, que tendría una superficie de 3.500 mts.2 con 120 codos de alto y otro tanto de ancho, divididos en 7 pisos con 9 partes cada uno. El inmortal Uta-Napishtim le cuenta a Gilgamés: "El dios Shamash me había fijado el momento, por la mañana lloverá salvado y por la tarde trigo; en ese momento entra a la nave y cierra su puerta. El momento había llegado; al amanecer surgió de los cielos "una nube negra sobre la que cabalgaban los dioses"; de pronto se desató una enorme tempestad que barrió el país. Durante seis días y seis noches sopló el viento, el diluvio y la tempestad.
Al séptimo día todo se calmó. "Reinaba un enorme silencio, la humanidad se había convertido en barro -sigue contando- abrí una ventana y el resplandor del sol cayó sobre mi mejilla, entonces me puse a llorar. Miré hacia el horizonte y a unas doce leguas vi una montaña que se alzaba sobre las aguas. La nave se detuvo en el monte Nisir, donde estuvo encallada por espacio de siete días. Cuando llegó el séptimo día, hice salir una paloma y la solté. La paloma se fue y no hallando lugar en que posarse, volvió. Hice salir un cuervo y lo solté. El cuervo se fue y vio el desecamiento de las aguas. Comió, revoloteó, graznó y no volvió. Entonces solté a todos los animales, dejándolos en libertad".
Siguieron apareciendo tablillas, no solo en Nínive, sino también en Assur, Uruk, Nippur, Sippar y Ur. Todas coinciden en el contenido del relato de Uta-napishtim, aunque los personajes se llaman Atrahasis o Ziusudra.
De todos los relatos, hay un texto (desgraciadamente muy mutilado) encontrado en Hilprecht, correspondiente a la versión babilónica y se remonta al segundo milenio anterior a nuestra era. Es el más antiguo de los que se tiene conocimiento, aunque todavía queda por encontrar el original sumerio que dio origen a esta copia guardada en la biblioteca del rey Assurbanipal.
Similitudes entre el diluvio del génesis y el poema de Gilgamesh:
1. La inundación ocurre en la llanura de Mesopotámica[4].
2. El personaje principal es advertido para que construya una  embarcación para escapar de la inundación.
3. El personaje principal recibe instrucciones de que se salve él y su familia, y un ejemplar de cada animal.
4. Las embarcaciones fueron sellados con alquitrán (betún).
5. Las embarcaciones se detuvieron finalmente en una montaña.
6. Las aves fueron soltadas para determinar si las aguas se habían retiraron.
7. El personaje principal sacrificó una ofrenda.

Diferencias entre el Génesis y la Epopeya de Gilgamesh:


Lo narrado
El génesis
Poema de Gilgamesh
Razón para la inundación
La maldad humana (la violencia extrema)
Los dioses deciden destruir a la humanidad a causa de sus muchas faltas.
Advertido por
Yahweh (Dios)
Ea
El personaje principal
Noé ("el descanso")
Uta-na-pishtim ("el descubridor de la vida")
Los constructores
Noé y familia
Uta-na-pishtim, su familia, y muchos artesanos de la ciudad.
fue escogido
Un varón justo
Ninguna razón dada
Duración del diluvio
Un año
3 semanas
Las personas que abordaron el barco
Noé y familia
Uta-na-pishtim, su familia, y muchos artesanos de la ciudad.
El cargamento
Los animales y la comida
Los animales, la comida, las joyas de oro, y otros artículos de valor.
Las aves emitidas
Cuervo regresa, la paloma regresa por segunda vez con rama de olivo, luego hojas.
La paloma regresa, golondrina regresa, cuervo no regresa.
Consecuencias
Dios promete no destruir a la humanidad por inundación otra vez
Los dioses riñen entre ellos, el dios Ea le miente a Enlil. Utnapishtim y esposa convertida en dioses
La repoblación
A Noé y familia les dijeron que se multiplicaran y repueblen
la tierra Ea y Mami crearon 14 seres humanos para ayudar a repoblar la tierra



[1] El libro del Génesis relata la historia de la Creación de una manera espiritual. La creación del mundo, obra de Dios; el relato de Adán y Eva en el jardín del Edén, la caída de ambos en desgracia (la culpa de la Serpiente) por comer del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal; la historia de sus dos primeros hijos: Caín y Abel. La aparición de tribus y razas y el desarrollo de los pueblos; la historia de la Torre de Babel; la narración del diluvio anunciado por Dios a Noé, debido a la multiplicación de la maldad humana; la Reconciliación de Dios con el hombre en su alianza (arca de Noé). Posteriormente, el Génesis continúa con la historia del origen del pueblo judío: los patriarcas y matriarcas: Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y sus dos esposas, Raquel y Lea. Prosigue la historia de los doce hijos de Jacob, que dan origen a las doce tribus de Israel y, finalmente, el relato de José que culmina el libro con la

[2] Génesis 6:5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. 
6:6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.
6:7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
 
[3]La Epopeya de Gilgamesh o Poema de Gilgamesh es una narración de origen sumerio, considerada como la narración escrita más antigua de la historia. Se emplearon tablillas de arcilla y escritura cuneiforme, lo cual favoreció su preservación. La versión más completa preservada hasta la actualidad consta de doce tablillas. La obra es muy leída en traducciones a diversos idiomas y el héroe, Gilgamesh, ha pasado a ser un icono de la cultura popular. Trata sobre las aventuras del rey Gilgamesh y su amigo Enkidu. Una de las tablillas anticipa el episodio de la Biblia sobre el diluvio.
[4]Aunque la mayor parte de las opiniones referentes al diluvio del génesis bíblico-mesopotámico, se inclinen a pensar que tiene un origen mítico; el estudio científico no está totalmente de acuerdo de que absolutamente todos los aspectos del mito no sean reales. En este sentido, los registros bíblicos son el único registro que especifica lugares y periodos bien definidos que se pueden utilizar para un análisis científico. Un ejemplo de ello es que según la historia descrita en la Biblia, la zona donde se ha posado el arca de Noé, habría sido el monte Ararat; el cual queda en Turquía y presenta dos picos elevados. Sin embargo, hay que tener en consideración de que la geología y otras ciencias han "descartado" que haya ocurrido un diluvio o inundación mundial que haya abarcado todo el planeta. Aun si, el mito del diluvio del génesis bíblico-mesopotámico, si permite postular científicamente que haya sucedido un posible diluvio o inundación, pero ocurrido solo en una zona geográfica específica del planeta.

La inundación Gilgamesh tomó sólo 3 semanas, mientras que la inundación del Génesis duró casi al año. La inundación Gilgamesh incluía varios acontecimientos de 7 días de duración. Este número "perfecto" es encontrado a todo lo largo de la Biblia, de modo que también se esperaría que fuese retenido si Génesis fue copiado de la épica de Gilgamesh. Sin embargo, la Biblia usa números como 40 y 150--- márgenes de tiempo mucho más largos.